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La nueva-vieja Notre Dame

El pasado 15 de abril la catedral de Notre Dame de París sufrió un terrible incendio a raíz de, se sospecha, un cortocircuito o un error humano durante las obras de restauración de la estructura, aunque pronto las críticas fueron más allá y señalaron directamente al gobierno francés y a sus precarias políticas en el ámbito de la conservación. Sea como sea pasado un mes y medio del desastre la polémica actual gira entorno a cómo debe ser la nueva catedral y, de hecho, entorno a si debe realmente ser «nueva» en absoluto. El incendio se llevó por delante la emblemática aguja, gran parte del tejado y dañó muchos bienes muebles del interior… ¿Puede recuperarse todo lo perdido? Sí ¿Se debe hacer? Hay debate ¿Cuáles son los criterios a seguir? Hay muchos y todos válidos a su manera -consolidación de la ruina, reconstrucción «original», copia de lo anterior al incendio, copia diferenciando lo reconstruido, nuevo estilo para la reconstrucción…-. El amargo suceso ha traído ante el gran público un profundo debate académico que ahora deberá trabajar bajo la presión de estar hablando del monumento más visitado de todo el mundo, con todas las implicaciones que ello conlleva.

El pasado y los daños

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Como podemos ver en las infografías anteriores los principales daños a la estructura de la catedral se concentran entorno a la emblemática aguja -restauración neogótica de 1844- y a la cubierta y su entramado de plomo y madera -puramente gótica del S. XIII-. Esta pequeña introducción ya nos da una muestra del problema al que nos enfrentamos ante una posible nueva restauración porque nos encontramos con un error arrastrado de antiguas intervenciones, y es ahí donde entra Viollet-le-Duc. Le-Duc fue uno de los mayores representantes de una de las dos corrientes artísticas dominantes en la época en cuanto a restauración, y es que mientras en el mundo anglosajón Ruskin y su idea romántica de la mínima intervención y de la consolidación de las ruinas triunfaban, a nivel continental Le-Duc y sus tesis de la máxima intervención para lograr la recuperación del «estado original» de un monumento encontraron mucha más aceptación. La idea resultaba atractiva visualmente para el gran público en un momento en que el fenómeno del turismo empezaba a surgir y, a la par, resultaba útil a unas élites que estaban en pleno proceso de creación nacional para la cual la «recuperación» de monumentos y de estilos artísticos propios era muy útil.

Sin embargo esa postura no carecía de problemas pues ese supuesto «estado original o ideal» no se puede decir que exista más allá que a nivel teórico, algo que de hecho aceptaba Le-Duc: «Restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restituirlo a un estado completo que quizás no haya existido nunca«. Le-Duc buscaba el estilo «original» de un monumento -por ejemplo el gótico, símbolo de Francia- y lo reconstruía todo él en ese mismo estilo -o en un estilo similar que lo trate de imitar pero sin copiar, dejando libertad al artista el cual suele idealizar, en este caso el neogótico-. El problema es que lo más probable es que ese estilo único nunca haya existido, un monumento es la suma de todas sus evoluciones y de todos sus estilos, intentar restituirlo en un estado único ideal suele ser lo que los historiadores consideran un «falso histórico» -pues intentas hacer pasar por histórico algo que no lo es y acabas borrando aquellas fases históricas, anteriores y posteriores, que te resultan molestas-. Aquí una primera imagen de la catedral antes de la restauración de Le-Duc sin la aguja neogótica y una segunda imagen de un castillo neogótico de Le-Duc con ese aspecto «ideal» que se acerca a las caracterizaciones de Disney:

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El futuro y las propuestas

Así nos encontramos con una situación problemática después del incendio de abril, pues las antiguas intervenciones en la catedral abren un abanico de opciones -y de problemas- que afrontar: Actualmente la intervención de Le-Duc sería inconcebible a nivel académico así que, ¿Debe recuperarse su aguja? , no… el debate es amplio entre los académicos aunque la posición de mayor consenso es la de entender que el añadido de Le-Duc no es más que otra fase de construcción con su valor histórico intrínseco y, por lo tanto, aunque no se le pueda llamar «reconstrucción» sí que tiene valor en tanto que muestra de ese contexto decimonónico y del romanticismo-nacionalismo de la época. Hoy en día ya nadie imagina Notre-Dame sin su aguja en lo alto y con gárgolas custodiándola, lo que en su día pudo ser una mala restauración debe entenderse hoy como parte de nuestra historia.

Y en caso de aceptar a Le-Duc como una fase histórica más… ¿Por qué no ir más allá y dejar que también nuestra generación deje una huella de su carácter en el monumento? Esto es lo que se preguntan muchos arquitectos dispuestos a dejar su impronta en la historia, y Macron y la clase política francesa no le hacen feos a esa opción pues no todos los presidentes han tenido en sus manos la oportunidad de dejar su marca en el monumento más visitado del mundo. Pese a los intensos debates académicos entorno al tema el gobierno no tardó ni tres días en convocar un concurso internacional para la reconstrucción de la catedral, anunciando que se busca que pueda ser reinaugurada para los JJOO de Francia en 2024 -lo que subraya las pretensiones políticas tras la maniobra-. Los candidatos y sus propuestas se ha multiplicado desde el anuncio:

Video: Propuestas

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Veremos como avanza la restauración y que criterios se siguen finalmente, en la anterior presentación podemos ver muchos de estos criterios, unos totalmente rompedores y disonantes, otros respetuosos con el resto de la obra, otros que intentan conservar la esencia del monumento aunque se sea rompedor en formas… Pronto se va a definir cómo será la reconstrucción más importante de este último siglo, una que sentará cátedra en el mundo académico y que al final, como ocurrió con Le-Duc, acabará siendo un refleja de nuestra época se decida hacer lo que se decida hacer.

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